DAVID MIGUEL MUÑOZ CARMONA

Entrevistas
David Miguel Muñoz Carmona siente la necesidad de establecer una relación empática con sus pacientes. Tal vez su especialidad, la oncología, le haya desarrollado esos sentimientos, o tal vez su forma de ser lo haya llevado hasta su profesión. Este ecijano de 52 años, criado entre la barriada de la Salud y el Pasaje de las Celindas, sabía desde muy pequeño a

Ha pasado por grandes hospitales en toda España, conocido eminencias en su campo y lleva compaginando su trabajo diario, en su consulta en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, con horas interminables de investigación. Uno de los frutos de estos años de esfuerzo le ha valido el Premio Nacional de Investigación en Oncología Innovonco. Pero en todo este tiempo, David Muñoz Carmona no ha perdido aquel sentimiento que lo llevo a la medicina: la humildad y el amor a sus pacientes.
Ahora Magazine: David, antes de nada, enhorabuena por este reconocimiento. ¿Es satisfacción, orgullo, esperanza y ánimo para seguir trabajando?
 
David Muñoz Carmona: Sin lugar a dudas, años de preparación y esfuerzo para llegar a plasmar una idea que me ronda desde siempre. Es un estímulo para seguir trabajando, además de una ayuda para hacer más visible la enfermedad, la investigación sobre ella y los múltiples avances que estamos consiguiendo.
 
A. M.: Si la carrera académica y profesional de medicina es extensa, el área de investigación es interminable. Aunque uno no busca el reconocimiento, pero este tipo de galardones deben de dar un empujón, ¿no?
 
D. M. C.: Este tipo de galardones lo único que reflejan en el investigador es que la inmensa cantidad de horas que dedicas desde el anonimato, desde el esfuerzo profesional fuera de tu tarea asistencial, desde el esfuerzo personal y familiar (vacaciones, tardes, horas de tu familia) tienen su recompensa. Reflejan el orgullo de intentar resolver problemas que todavía no tienen la solución adecuada en pro de tus pacientes.
 
A. M.: ¿Es tu caso como el de otros tantos niños que, desde pequeño, sabía que quería ser médico? ¿Cuándo te planteas seriamente la medicina como profesión?
 
D. M. C.: La verdad es que mis padres nunca me influyeron en que estudiara medicina, aunque yo creo que me lo he planteado desde siempre. Recuerdo cuando iba a la plaza de abastos de Écija con mi madre y, siempre que comprábamos pollo, le pedía que le dieran la cabeza, porque la quería para diseccionarla y ver lo que tenía dentro. Ya empezaba a gustarme la medicina.
 
D. M. C.: Aunque también guardo con mucho cariño el recuerdo de D. Antonio Mendoza Abreu, tengo en la memoria todavía aquel pensamiento de “yo quiero trabajar con tanta humildad y profesionalidad como él”.
 
A. M.: ¿Cuándo emprendemos el camino académico sabemos que el momento de la especialización llegará ¿Cuál fue ese punto de inflexión que te hizo decidir la oncología y, posteriormente, la investigación?
 
D. M. C.: Ya en bachillerato y en COU la vocación estaba perfectamente definida. Después de años de duro trabajo, de mucho estudiar para sacar una nota muy alta y poder optar a la Facultad de Medicina, comencé la carrera. En el primer año, a mi abuela Patrocinio Martín le salió un bulto ulcerado en una mama. Don Antonio Mendoza la remitió a Sevilla, al Hospital Duques del Infantado (el llamado y temido Pabellón Vasco), y allí conocí a personas tan importantes, médicos y enfermeras excelentes que afianzaron mi elección de lo que quería ser dentro de la medicina. Vi la humildad y el amor a los pacientes con enfermedades oncológicas avanzadas. Vi que ese era otro tipo de medicina, la que yo estaba buscando.
 
A. M.: ¿Desde cuándo te dedicas plenamente a la investigación?
 
D. M. C.: Desde hace unos diez años. Comencé con estudios de pacientes en estado terminal; posteriormente con evaluación de los distintos ensayos clínicos que me tocaba evaluar; luego con estudios para intentar paliar el dolor en los pacientes oncológicos; a mi llegada al Hospital Virgen del Rocío, con estudios de resiliencia en pacientes con cáncer de mama; y actualmente con técnicas no quirúrgicas que pretenden tratar a pacientes con cáncer de mama. Creo que desde siempre.
A. M.: Supongo que es una suerte y una garantía pertenecer a la gran familia de profesionales del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, todo un referente nacional.
 
D. M. C.: Si, así es. El Virgen del Rocío es un hospital donde todos los casos difíciles están reflejados, donde tienes que salir del modelo estándar de tratamiento para ofrecer cada vez más y mejor a tus pacientes, pero con la ventaja de que se dispone de todas las técnicas que precisas para tratar e investigar.
 
A. M.: Hablando del proyecto por el que has sido premiado, ¿qué aporta a una enfermedad tan extendida y temida como es el cáncer de mama?
 
D. M. C.: El tratamiento con radioterapia en el cáncer de mama se realiza después de una cirugía de la mama y después de la quimioterapia. El tratamiento habitual son 25-30 sesiones (una sesión al día), es decir, mes y medio de tratamiento.
 
Desde mi llegada hemos desarrollado tratamientos de radioterapia en quince sesiones, y hoy, en casos indicados, en cinco sesiones.
 
El estudio pretende que, sin operar a la paciente, en una sola sesión, la dosis sea la adecuada para tratarla y, esperamos, curarla. Claro está que los criterios de inclusión de este ensayo clínico fase 2 son exquisitos, pero esperamos que esté, como todos los estudios de investigación, disponible en unos años para toda la población con cáncer de mama.
 
A. M.: Imagino que te habrán hecho mil veces esta pregunta, ¿estamos cerca de conseguir un control más efectivo sobre esta enfermedad, por no hablar de la utopía de su erradicación?
 
D. M. C.: Hoy por hoy el cáncer de mama se cura, hablamos de curación en toda regla. En los casos más desfavorables alcanzamos supervivencias tan grandes que el futuro del cáncer de mama será como la de los enfermos crónicos. «Tengo la enfermedad, vivo con ella, pero soy una enferma crónica», podría decirse para entenderlo fácilmente. Pero quiero resaltar: hoy en día el cáncer de mama se cura.
 
A. M.: Tratar el cáncer es algo más que trabajo médico, me refiero a que hay un componente psicológico, de empatía con el paciente…
 
D. M. C.: Sí, es ese algo más que siempre he buscado. Durante mi residencia, mi madre me comentó que tenía un bulto en la mama, y empecé con el diagnóstico de qué era ese bulto. Por desgracia era lo que temía, un cáncer de mama. Resaltar la dureza de aquellos momentos no se puede explicar. Ahí descubrí que había que hacer mucho más por los pacientes, hablar con ellos, ser cercano, entenderlos, ponernos en el papel del paciente, de sus sentimientos, de cómo explicar a los enfermos sus enfermedades, su diagnóstico, su pronóstico, su evolución, los tratamientos que debemos hacerles…. Pero de una manera diferente, desde la empatía, desde la cercanía, desde el amor hacia los pacientes. Ese era mi camino, mi lucha, cambiar cosas que ahora son obvias y antes no lo eran tanto.
 
A. M.: Investigación, publicación de libros, conferencias… ¿Qué tiempo tiene David Muñoz cuando deja la bata blanca en la percha?
 
D. M. C.: Muy poco tiempo, pero los que nos dedicamos a esta especialidad tenemos que cuidarnos, cuidar al cuidador. Sabemos que tenemos que salir de vez en cuando de nuestra cruda realidad. Me gusta mucho leer, escuchar música y viajar en moto, eso me saca de la continuidad y lo duro de mi trabajo.
 
A. M.: Estás a poco menos de una hora de Écija, ¿es un refugio familiar y de amigos?
 
D. M. C.: Al tener poco tiempo desde que empecé la carrera voy poco a mi pueblo, de hecho, cuando no puedo ir, suele venir a visitarme mi padre. Pero siempre que puedo intento escaparme a un pueblo que ha merecido el título de pueblo más bonito de Andalucía. Y que a mí me apasiona.
 
A. M.: Nuestra última pregunta es una carta en blanco a los Reyes Magos, puestos a soñar, ¿cómo te gustaría verte personal y profesionalmente en diez o quince años?
 
D. M. C.: Me gustaría verme tranquilo, sosegado, relajado de años de esfuerzo personal y familiar, disfrutando de los recuerdos de apoyo a todos los pacientes que haya podido ayudar en mi andadura profesional.
 
D. M. C.: Me gustaría verme reflejado en el orgullo de mis dos hijos, que han apoyado a un padre en su tarea, que a veces les ha restado tiempo. Aunque el tiempo que he dedicado siempre a ellos ha sido de mucha calidad. 
«Vi la humildad y el amor a los pacientes, vi otro tipo de medicina, la que yo estaba buscando.»