BALMASEDA
de buena madera

Entrevistas
Una carpintería es uno de esos únicos lugares que todavía mantienen viva esa magia que otorga el paréntesis del tiempo. Poco hay de modernidad. El visitante profano admite y admira el caos controlado del artesano, que, entre tablones, herramientas “prehistóricas” y el penetrante olor a madera cortada, se mueve con ofi cio en su pequeño santuario.
Así es el Maestro Balmaseda, y así es su taller. Una carpintería al uso, como cualquiera podría imaginar, como la representarían en una película, como son las carpinterías.Y él, lleno de serrín, marcado por la madera, tanto por fuera, como por dentro, con el sello de los años y la seguridad que solo da la experiencia.
 
Artesano, carpintero y ebanista, profesional y amante de su oficio. Tallado en su niñez y juventud por las manos maestras de su padre, y hoy convertido en referente de la carpintería.
 
El Maestro carpintero ha recibido este año el importante Premio Richard H. Driehaus de las Artes de la Construcción en la categoría de trabajos de la madera. Un premio que se concede en nuestro país a los más destacados maestros de los distintos oficios de la construcción tradicional, que contribuyen con su trabajo a la preservación y continuación de su oficio. Este galardón, avalado por los Ministerios de Fomento, Cultura, Educación y Deportes, podría ser motivo suficiente para dedicar unas páginas a este gran artista ecijano, pero no es el motivo principal de esta entrevista, más bien ha servido de catalizador para aprovecharnos de tener la actualidad de nuestro lado y poder conocer más a fondo al representante de la tercera generación de carpinteros de nuestra ciudad.
 
Balmaseda en Écija suena a madera. Tanto es así que Miguel Ángel entró en el taller de su padre, Antonio Balmaseda Rodríguez, cuando era un niño. Su abuelo y su progenitor le enseñaron el arte y el amor por la carpintería. Pero ha sido el paso de los años y el trabajo apasionado de este ecijano, lo que lo ha traído hasta aquí. Hasta su taller, de donde salen artesonados, galerías, mobiliario, vigas, capiteles, mocárabes y una de sus señas de identidad, unas bellas puertas con orejeras de tradición mudéjar, tan propias de las iglesias y palacios de nuestra ciudad.
 
Ahora Magazine: Miguel Ángel, ¿Eres artesano, ebanista, carpintero? ¿Cómo te gusta definirte?
 
M. Á.: Debo decir que me identifico con cualquiera de los términos. Me siento artesano, pues mi trabajo es mayoritariamente manual y me preocupo de continuar utilizando las técnicas tradicionales de la carpintería. Sin lugar a dudas, soy carpintero, me dedico al trabajo de la madera. Pero también soy ebanista, entendiendo como tal al carpintero que trabaja las maderas nobles o finas en la realización de muebles de cualquier estilo, tipo o época. Digamos que soy un carpintero-ebanista artesanal.
 
En cualquier profesión para llegar a ser maestro hay que comenzar por el primer peldaño, y éste corresponde al aprendiz, figura perdida hoy día en los talleres tradicionales de carpintería y que creo que habría que poner de nuevo en valor. Dicho esto, la inquietud por aprender y el cúmulo de años dedicados a la profesión te van haciendo dueño de una experiencia acumulada, y en realidad es ésta la que te concede la maestría en el oficio. Que me cataloguen como maestro solo es el resultado de lo expuesto.
 
A. M.: ¿Qué hay de artista en un artesano?
 
M. Á.: A veces nada y a veces mucho. Me explico: nada cuando tienes entre manos un trabajo sencillo, común; un trabajo que llega a ser monótono en su realización, al que nada tienes que aportar. Solo su mera ejecución. En contrapartida, a veces rozas lo artístico. En este caso, hablo de un tipo de trabajo muy específico que te da pie a desarrollar tu creatividad, siempre dentro de un ordenamiento delimitado por los diferentes movimientos artísticos en los que se encuadre la obra.
 
A. M.: La carpintería, el olor a serrín, la madera… llevan en tu vida desde el principio. ¿Qué recuerdas de tu niñez entre tablones, sierras y barnices? ¿Qué queda en ti de todo aquello?
 
M. Á.: Sí, todos esos recuerdos están grabados en mí, forman parte de mi niñez y de toda mi vida. Se me vienen a la mente muchas imágenes de aquella época. Flashes como empujando un carro llevando la madera, para que mi padre la trabajase, a un taller en la calle Merinos donde alquilaban el uso de las máquinas por minuto. Otra imagen en la tienda de tejidos Casa Valpuesta, o la de ultramarinos Luís González, ayudando a mi padre a realizar las reformas. Éstas siempre se hacían en domingo que era cuando estaba cerrado el establecimiento. Y así un largo etcétera.
 
De aquella época me quedo con el recuerdo de haber tenido la suerte de crecer día a día al lado de mi padre. De haberlo tenido ejerciendo de maestro a la vez que de padre. Una persona exquisita en el más amplio sentido de la palabra.
 
A. M.: Teniendo en cuenta la tradición familiar, ¿era inevitable que te dedicaras a la artesanía de la madera?
 
M. Á.: Eran otros tiempos, desde muy temprana edad y por distintos motivos, a los niños se les involucraba con el trabajo. Es verdad que naciendo en el seno de una familia con tradición en la madera lo normal fuese que continuara. Mi abuelo un gran carpintero. Mi padre un carpintero excepcional y un grandísimo maestro. Así es que conformo la tercera generación dedicada al oficio, con una prioridad y un compromiso: enriquecer el legado recibido y, a ser posible, trasmitirlo.
 
A. M.: Como en cualquier sector o en cualquier profesión, podrías haber terminado en una rama de la carpintería más tradicional, o dirigida directamente a la construcción. ¿En qué momento decides que tu carpintería iba a encaminarse hasta lo que hoy es?
 
M. Á.: En mi taller siempre se han atendido y abordado todo tipo de trabajos. Destaquemos que se ha tenido un conocimiento transversal de cada una de las diferentes ramas en las que se pueda dividir la carpintería. Ahora bien, mi deseo por aprender y por adquirir conocimientos más profundos en las distintas ramas, me han llevado desde realizar cursos monográficos a ostentar una biblioteca dedicada a la madera. Por otro lado, y sin menoscabo de otros profesionales, he de destacar mi relación profesional con el arquitecto Fernando Martín Sanjuan, el cuál ha sido referente constante en el rigor estilístico y en la ejecución de la buena praxis. También recibo influencias del prominente pintor y escultor Amadeo Rojas, del polifacético José Luis Jiménez y del artista contemporáneo Paco de la Matta, entre otros.
 
En mi caso, abordo todo tipo de trabajos sin tener limitación alguna. Desde aquellos dedicados a la construcción tradicional, mobiliario de estilo, reproducciones… hasta cualquier tipo de arreglo, por humilde que sea.
 
A. M.: Eres un amante y admirador de tu ciudad. Tanto es así que tus puertas de estilo mudéjar, propias de Écija, están repartidas por toda la localidad. En este aspecto, y en tantos otros, se comienza con un trabajo exhaustivo de investigación, ¿verdad?
 
M. Á.: En cualquier trabajo que se precie y que persiga unos mínimos, en cuanto a calidad se refiere, existe una tarea previa que consiste en la documentación pertinente. Referente al estilo mudéjar, y a título de ejemplo, sería inconcebible hacer un artesonado sin una investigación y documentación previas. Existen reglas que rigen su configuración: la escuadría a utilizar, cartabones que definen tanto los planos como los diversos cortes y muescas a realizar para la disposición de los distintos elementos… Todo está estipulado. Existen tratados que abordan el tema, publicados siglos atrás, que sin su conocimiento difícilmente la obra puede llegar a buen puerto.
 
Lo mismo ocurre con las puertas ecijanas que, si bien en este caso no existen tratados, sí tenemos una gran exposición de ellas en iglesias y palacios, sirviendo de referente y muestras como patrón de ejecución.
 
A. M.: Y esta investigación y trabajo de campo te ha llevado desde la madera a las letras, publicando varios trabajos.
 
M. Á.: Sí, algo he llevado a cabo. Tuve la suerte de participar activamente durante varios años, formando parte de su junta directiva, en la Asociación Amigos de Écija. Desde allí impulsamos la edición de varias carpetas de “Imágenes de Écija”. Vieron la luz dos sobre puertas ecijanas y otra dedicada a los cierros de madera, presentando públicamente al-gunas de ellas. También llevé a cabo una publicación sobre mi actuación en las estructuras del Retablo Mayor de la Iglesia de San Francisco, publicada por la fundación Cajasol, y presentada en acto público de la Real Academia de Ciencias, Bellas Artes y Buenas Letras Luís Vélez de Guevara.
 

«Mi deber como artesano, y más aquí en Écija donde desde el siglo XVIII hay una gran tradición en la madera, es la de continuar y salvaguardar el legado recibido, enriqueciéndolo en la medida de lo posible».

A. M.: Mobiliario, mocárabes, tallas de madera, artesonados, ¿con qué te quedas?
 
M. Á.: Me quedo con todas, forman parte de mi vida y mi pasión por el oficio. No mantengo predilección por nada en concreto, cualquiera de ellas te puede ilusionar en su ejecución; el mueble en sus distintas vertientes y estilos. Hacer un cubo o un racimo de mocárabes con las diferentes adarajas; un ornamento tallado o un artesonado, en su diseño más simple, te pueden llevar a un estado sublime, en el que verdaderamente gozas.
 
A. M.: ¿El artesano que crea piezas únicas, que ve expuestas en edificios, casas y palacios, tiene la conciencia de que está creando un legado, que mantiene el patrimonio y que aporta un gran valor cultural con su obra?
 
M. Á.: Soy consciente de ello. En alguna ocasión he dicho que mi deber como artesano, y más aquí en Écija donde desde el siglo XVIII hay una gran tradición en la madera, es la de continuar y salvaguardar el legado recibido, enriqueciéndolo en la medida de lo posible. Continuar con las técnicas y materiales utilizados en origen para que las generaciones venideras no se encuentren alterado nuestro patrimonio, sobre todo en lo que atañe a las puertas de orejeras ecijanas, obras bellas y que visten de una gran singularidad a nuestras iglesias y palacios.
 
A. M.: Hablemos del Premio Richard H. Driehaus de las Artes de la Construcción, no es el primer reconocimiento que recibes. ¿Qué supone para ti y para tu obra este galardón tan importante?
 
M. Á.: Este premio ha supuesto un acicate, un aliciente para seguir superándome. Un compromiso mayor, si cabe, con mi oficio. Renovar mi afán de seguir aprendiendo. Pero también me ha producido una gran alegría y satisfacción. En 2011 en Jaén recibí la carta de Maestro Artesano, otorgada por la Junta de Andalucía, en los oficios de Ebanistería y Artesonado Mudéjar. Resaltar que el verdadero artífice tanto del galardón como del reconocimiento es mi padre, Antonio Balmaseda Rodríguez, a quien le debo todo.
 
A. M.: Haciendo referencia a ese nombramiento por parte de la Junta de Andalucía, la institución alababa tu trabajo y tu buen hacer para mantener vivo tu oficio, tu experiencia profesional y la promoción de la artesanía. ¿Es un objetivo que te habías marcado o es el resultado casual de un trabajo diario? Es decir ¿te preocupa mantener viva tu profesión?
 
M. Á.: Para nada ha sido objetivo marcado o perseguido. En aquella ocasión fue un gran amigo, José Luís Jiménez Sánchez-Malo, quien, tras leer las disposiciones al respecto publicadas en el BOJA, me induce a la presentación de la documentación requerida, entendiendo él que cumplía con creces los requisitos. Y en el caso del premio, es otro amigo, José Luis Riego, quien me envía las bases, y en conversación mantenida recientemente me decía que tras verlo me lo envío porque inmediatamente le puso nombre y apellidos.
 
Mi interés reside en seguir trabajando con la misma ilusión, constancia, tesón y sacrificio. Y lo que tenga que llegar que llegue, pero no como un objetivo marcado o primordial.
 
A. M.: Es pregunta obligada, y respuesta casi previsible, después de tantos años, ¿alguna creación a la que le tengas especial cariño?
 
M. Á.: Como bien dices son muchos años, lo que ha dado lugar a muchas piezas realizadas de naturaleza y diseño muy variado. No hay una especial a destacar, sin duda, sí muchas de ellas.
 
A. M.: Tu taller está lleno de proyectos, bocetos, creaciones recién comenzadas y otras a punto de salir por la puerta. ¿Cuáles son los próximos proyectos del artesano Miguel Ángel Balmaseda?
 
M. Á.: Ahora estoy llevando a cabo la obra de unos amigos, en la que estoy realizando el portaje y un artesonado. También estoy trabajando en las actuaciones previas de la restauración de la madera de la casa natal de Velázquez en Sevilla. Por último, tengo el proyecto aprobado para la realización de los cuatro faroles del paso, que ejecuté en 2016 del Cristo Yacente de la Hermandad del Santo Entierro de Cañada del Rosal. Además, y esto es algo muy reciente, me acaban de confirmar mi presencia como conferenciante en la entrega del Premio Rafael Manzano de Nueva Arquitectura Tradicional en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid.
 

«Mi interés reside en seguir trabajando con la misma ilusión, constancia, tesón y sacrifi cio, y lo que tenga que llegar que llegue».