Cuatro décadas entre libros
MARUJA ANDÚJAR

Entrevistas
La memoria es incomprensible, incontrolable. Es una función de nuestro cerebro que no deja de sorprendernos a lo largo de nuestra vida. El simple olor a cola blanca nos puede transportar a nuestra niñez en un segundo, y una melodía de hace décadas nos puede llevar a un momento mágico de nuestra juventud.
 
Lo cierto es que hay momentos, voces y personas que causan ese efecto en nuestra psique. Nuestra protagonista cumple con todos esos elementos para provocar en nuestro
cerebro esa nostalgia inconsciente que activa nuestra memoria.
 
Maruja Andújar, parece que ha estado ahí siempre, y en realidad es así. Desde que existe la Biblioteca en Écija, ha estado ahí. Con ella nos hicimos nuestro primer carnet; conseguimos leer aquellos, caros y casi imposibles de encontrar, libros de Astérix, Tintín o SuperHumor; y nos “vigiló” mientras hacíamos nuestros primeros trabajos del cole en equipo.
Ahora Magazine: cuarenta años pasan volando…
 
Maruja Andújar: Haciendo lo que te gusta sí, desde luego.
 
A.M.: Hay personas que, sin saber muy bien por qué, dejan una huella en tu memoria. Personalmente te puedo decir que tú eres una de esas personas que de alguna u otra forma estás en mis recuerdos de infancia y juventud, no seré el único que te lo ha dicho.
 
M.A.: (Risas) Pues no. Es verdad que todavía hay gente que me saluda por la calle y me dicen esa frase que tantas y tantas veces he escuchado “¡cuantas veces me has callado Maruja!”. La gente me reconoce, me dicen que he formado parte de su infancia. Para muchos era la “señora del silencio”, y la verdad es que no mandaba callar tanto, (risas). Tengo muy buenos recuerdos de mi biblioteca, ¡ya he vuelto a decir mi biblioteca! (Risas). Es algo inconsciente para mí. Esto ha sido mi vida, menos en las horas de dormir, siempre he estado aquí.
 
A.M.: Con tu primera respuesta se intuye que el paso a la jubilación no va a ser fácil…
 
M.A.: Pues todos me dicen que me va a costar mucho. Yo sé que va a ser duro, pero solo el tiempo me lo dirá. He sido muy feliz en mi trabajo y lo he hecho parte de mi vida, es normal que cueste. Aquí he hecho muy buenas relaciones, amigos, hasta me atrevería a decir que he ejercido en muchas ocasiones de psicóloga (risas).
 
A.M.: Cuando uno ama tanto su trabajo y lo hace suyo, debe de existir cierta intranquilidad al dejarlo, ¿verdad?
 
M.A.: No, yo tengo un equipo fantástico. Durante estos últimos meses he procurado parcializar cada tarea de la biblioteca para que todo sea más fácil. Es cierto, que en estas últimas vacaciones dejé dicho que me podían llamar para todo lo que necesitaran.
 
A.M.: A eso me refiero, ¿ese ofrecimiento de ayuda se va a repetir a partir de septiembre?
 
M.A.: Pues no lo sé. Sí es verdad que les he comentado que, mientras llegue mi sustituto o sustituta, pueden seguir consultándome y preguntando lo que necesiten. Me hubiera gustado prejubilarme, poder dejar el trabajo poco a poco, para que se notara menos mi ausencia,. Habría sido más fácil para mí y para el equipo, pero en mi puesto esa opción no existe, así que ha tenido que ser así y hay que asumirlo. Como te he dicho va a ser duro. Estoy convencida que lo voy a echar de menos, pero ahora quiero ser un poco yo. He sido hija, madre, esposa y bibliotecaria. Han sido mis elecciones y no me arrepiento de nada, pero ahora quiero ser yo.
 
A.M.: Cuéntanos, ¿cómo empezó todo?
 
M.A.: Pues todo empezó hace mucho. A finales de los años 70 el Ayuntamiento empezó a mover el tema de crear una biblioteca municipal. Para aquellos años y para las dimensiones de la ciudad iba haciendo falta. Se había convertido en un servicio imprescindible.
 
Cuando ya estuvo todo preparado (licencia, material, etc.) se creó un grupo de voluntarios para poner en marcha el proyecto. Temas de organización básicamente. Tras varios meses de preparación, en junio de 1981, se abrió por primera vez la biblioteca municipal en el Palacio de Peñaflor.
 
A.M.: Pero tu formación no iba encaminada al mundo de la biblioteca…
 
M.A.: No. Yo estudié Filosofía y Letras y me especialicé en Historia del Arte. En aquellos años nuestra carrera era diferente, no era tan específica. Teníamos un conocimiento más amplio. Es cierto que después te especializabas en una rama pero, antes de eso, nuestra formación era mucho más vasta.
 
Cuando terminé la carrera mi idea era ir a un instituto a dar clases, pero se cruzó la biblioteca en mi vida.
 

“El futuro y el presente de una biblioteca no pasa por estar en silencio.”

A.M.: Pero en aquellos años no existía la titulación de Biblioteconomía y Documentación…
 
M.A.: No. Lo más que había eran oposiciones de Archivo y Biblioteca, y normalmente era para personas que habíamos hecho algún tipo de licenciatura de letras, donde te valoraban si en tus estudios tenías algo de catalogación y/o biblioteconomía.
 
Una vez puesta en marcha la biblioteca, una compañera y yo nos quedamos a media jornada, por aquel entonces yo tenía 25 años. Meses más tarde salieron dos plazas interinas y nos presentamos las dos, obteniendo las plazas. Y un año más tarde salió una plaza fija.
 
A.M.: ¿Fue en ese momento en el que pensaste que esto podía ser lo tuyo?
 
M.A.: Sí. La oposición a la plaza fija ya era algo serio. La verdad es que fue bastante duro. Me la preparé a conciencia. Recuerdo que la plaza la sacaron a oferta pública a nivel nacional y fue a 0 puntos, es decir, nadie contaba con ventajas de antemano.
 
Al principio, me costó un poco. Vino gente de toda España, recuerdo gente de todos sitios. Pero es verdad que no había muchos preparados en biblioteconomía y documentación. Si soy sincera, tenía mis dudas, esto era muy poco conocido. Pero el tiempo que estuve de voluntaria me animó muchísimo. Y cuando comprobé el esfuerzo que estaba empleando para conseguir la plaza me di cuenta que esto era lo mío.
 
Recuerdo que la preparé a conciencia. Estuve un año entero sin descanso, combinando el trabajo en la biblioteca, los niños… He de decir que mi marido me apoyó mucho, me ayudó a poder estar todos los fines de semana estudiando e incluso echando muchas horas por la noche.
 
A.M.: ¿Cómo fueron aquellos primeros años de la biblioteca?
 
M.A.: Fue extraordinario, una novedad y una sorpresa para todo el mundo. Tengo que decir que desde el principio tuvo una acogida increíble. Recuerdo que cuando se abrieron las puertas por primera vez, la gente no sabía cómo iba, nadie conocía el funcionamiento, había un despiste importante, normal por otra parte.
 
Los primeros que se acercaron fueron los jóvenes, mucha gente joven. Poco a poco la gente mayor fue llegando. Pero es verdad que los jóvenes iban a estudiar y a trabajar en grupo. Recuerdo que la biblioteca acercó a muchos niños y jóvenes a los libros, por aquel entonces era común que los niños llegaran preguntando por los cómics de Tintín, Asterix… La verdad es que se leía muchísimo.
 
A pesar de la ilusión y las ganas, he de decir que pasé unos años muy duros. Sobre todo, los primeros. Me tiré mucho tiempo sola en la biblioteca. Mañanas, tardes y sábados por la mañana. Y recuerdo que la mayoría de los días estaba en el mostrador con la cola hasta la fuente del patio de Peñaflor. Gente para recoger, gente para entregar. Era increíble.
 
A.M.: Tu etapa profesional se divide en dos, ¿eres consciente que has inaugurado dos bibliotecas? ¿Cómo fue el cambio a esta nueva?
 
M.A.: Sí, soy consciente. La verdad es que el cambio era necesario. Ciertamente te acostumbras a lo que tienes, y el sitio era inmejorable. Pero notábamos que teníamos muchas carencias. Durante todos estos años no he dejado de formarme, y no hacía más que ver bibliotecas espectaculares. Y yo pensaba, ¿cuándo tendremos esto en Écija?
 
Recuerdo que hicimos un curso de dirección y gestión de bibliotecas en Cataluña, concretamente en Sitges. Nos llevaron a ver una serie de bibliotecas impresionantes. Por aquel entonces yo ya tenía mi esquema para la nueva. De hecho, cada vez que entraba un gobierno, yo proponía mi proyecto para una nueva biblioteca.
 
He de reconocer que desde el ayuntamiento siempre he recibido atención y me han escuchado. He visto como muchos ayuntamientos llamaban a un arquitecto y hacían una biblioteca muy moderna y muy bonita, pero poco útil. Cuando llegó el momento, a mí me escucharon. Mi obsesión era que tuviéramos algo que nos sirviera y que no nos arrepintiéramos a los pocos años. He visto muchas bibliotecas mal planteadas y ese no ha sido nuestro caso. A mí me lo preguntaron todo. Fue una responsabilidad muy grande,
pero mereció la pena.
 
A.M.: ¿Qué ha cambiado en estos años desde aquella biblioteca en Peñaflor?
 
M.A.: Pues mucho y poco. Es verdad que ha habido cambios en la sociedad y por lo tanto también en algo tan vivo como es una biblioteca. Entonces el tema del silencio era una norma muy estricta. Me pasaba el día callando a todo el mundo. Hoy el silencio no es tan estricto. Seguimos manteniendo el orden, pero no es ese silencio en mayúsculas. El futuro y el presente de una biblioteca no pasa por estar en silencio. Hoy es un punto de encuentro cultural, donde personas de todas las edades encuentran todo lo que necesitan. Hoy en día es impensable aquel sistema.
 
A.M.: Y durante todos estos años, ¿qué crees que ha aportado la biblioteca a nuestro pueblo?
 
M.A.: Yo creo que la biblioteca ha hecho muchos lectores. Durante todos estos años hemos ayudado a crear ese hábito. Hoy por hoy, viene gente que en la vida me hubiera imaginado que viniera a una biblioteca. No te puedes imaginar la cantidad de préstamos de libros que hacemos.
 
Creo que lo que más satisfacción me ha dado, después de tantos años, es que hemos puesto un granito de arena en desarrollar y subir el nivel cultural del pueblo. Eso me lo he tomado como un reto. Era lo que creía que podía aportar a mi ciudad y tengo la sensación que lo hemos logrado.
 
A.M.: Nos has hablado de todo lo que aporta una biblioteca a la sociedad, algo que nos demuestra que el trabajo de un bibliotecario o bibliotecaria no se limita a ordenar y prestar libros…
 
M.A.: Efectivamente, hay mucho más. Una de las cosas más complicadas en una biblioteca es la catalogación del material. Antes de eso, hay un proceso anterior que implica decisión de compra, colocación correcta de los libros, etc. Pero hay algo muy importante, que son las relaciones institucionales.
Relaciones con Delegaciones, Diputación, Ayuntamiento, Colegios… A parte de todas las actividades que realizamos por iniciativa propia: talleres, club de lectura, representaciones… Todo sale del propio equipo de la biblioteca. Ejercemos de fabricantes de títeres, de guionistas a la hora de adaptar cuentos o libros para los niños, de actores, vamos… absolutamente todo. Todo esto es imprescindible, es importante mantener la actividad de la biblioteca para mantener una relación natural y constante con la sociedad, sobre todo con los niños y jóvenes. El trabajo en la biblioteca es interminable, pero apasionante.
 
A.M.: Por último, me gustaría que me auguraras el futuro de la biblioteca
 
M.A.: Pues el futuro va a depender más del equipo de la biblioteca que de la propia institución. Si se quiere un lugar dinámico, vivo y con afán de hacer lectores, entonces será bueno. Ese es el único futuro de las bibliotecas. Y adaptarse a las nuevas tecnologías, a las nuevas formas y canales de conocimiento. Internet ha provocado una necesidad de adaptación. Hoy las enciclopedias son reliquias en estanterías. Incluso no podemos dejar de mirar el mundo audiovisual, que desde hace años se ha introducido en nuestras bibliotecas. Llegó para quedarse y tomar mucho más protagonismo en las mismas.
 
De todas formas, trabajar en una biblioteca tiene mucho de vocación, es imprescindible. Si te gusta, es el mejor trabajo del mundo, y eso hará que tenga futuro. Mucho futuro.  
 

“Hemos puesto un granito de arena en desarrollar y subir el nivel cultural del pueblo.”