Eduardo
MARTÍNEZ
GAMERO

Entrevistas
El joven juez
Abrimos la puerta de nuestra redacción, sabemos a quién esperamos, conocemos su nombre, su profesión y su edad pero, aun así, nos es difícil hacernos a la idea que el joven que acaba de llegar es juez. Que acostumbran a llamarlo “Ilustrísima” o “Su Señoría”.
 
Eduardo Martínez Gamero, todavía no cumple los 26 años, pero desde hace ya dos años es juez por (grandes) méritos propios. Ecijano de nacimiento, exalumno del colegio del Carmen y posteriormente de la SAFA. Aprobó a la primera una de las oposiciones más difíciles, pero afirma que hasta bachillerato no empezó a destacar en los estudios.
 
Nos sentamos con un chaval de 26 años, normal, como otro cualquiera, con la diferencia de que en este caso nos sentamos ante uno de los jueces más jóvenes de nuestro país.
 
Ahora Magazine: Eduardo, ¿entiendo que para muchos tu trayectoria sea una proeza hercúlea? Tras estos dos últimos años, ¿cómo lo ves tú?
 
Eduardo Martínez: Más que una proeza lo veo como un premio al esfuerzo y dedicación. El aprobado es el resultado de una disciplina diaria y la suma de otros factores. Si bien es cierto que toda oposición se basa en los principios de mérito y capacidad, hay factores que no se pueden controlar, como los nervios o el estado de ánimo.
 
En mi caso, la dedicación fue prácticamente plena. Unas diez horas -de media- de estudio diarias y apenas un día libre a la semana. Todo ello, junto con la inspiración que se requiere ese día, me sirvió para superar un total de tres exámenes (uno tipo test y dos orales).
 
A.M.: Creo que tu abuelo fue abogado, ¿podemos hablar de influencia, tradición familiar?
 
E.M.: Quizás sí pueda hablar de tradición familiar, pero no directa. Mi madre estudió medicina y mi padre arquitectura técnica.
 
Por la rama materna si existe esta tradición. Sobre todo por mi abuelo, que fue abogado durante muchos años (Juan Gamero). Mi abuela también ejerció de Fiscal durante algunos años. Y varios tíos maternos operan en el mundo del Derecho, aunque en distintos ámbitos. Casualidad o no, sí que es una familia vinculada al mundo jurídico.
 
A.M.: También es fácil caer en pensar que tu infancia y juventud han estado plagadas de matrículas y cum laude. ¿Ha sido así?
 
E.M.: Más bien en la juventud. Nunca fui mal en el colegio, pero creo que no llegué a despuntar hasta que empecé el bachillerato. Creo que comenzar una especialización, en mi caso Ciencias Sociales, sea uno de los dos motivos de empezar a destacar en los estudios. Y el otro motivo la enorme base previa que nos dieron en el colegio, en gran parte por el tutor que tuve durante casi diez años: D. José Matas. Gracias a ello obtuve matrícula de honor en mi promoción.
 
Y por el mismo motivo, en la universidad también saqué varias matrículas, creo que cinco o seis. Pero aun así, nunca destaqué sobremanera.
 
A.M.: Tus últimos estudios en Écija fueron en la SAFA, ¿Qué recuerdas de esa etapa en las Escuelas Profesionales?
 
E.M.: La recuerdo como una etapa bonita. Breve pero intensa. Fueron tan solo dos años los que estuve en la SAFA. Llegué con 15 años y me fui con 17. Pero por la época de mi vida en que cursé allí el bachillerato, guardo buenos recuerdos.
 
En primer lugar, por el trato de los profesores, como Manolo Parejo, Federico o Yaye Bascón, entre otros. A todos les tengo aprecio y son grandes docentes. Y también por los compañeros, allí hice amigos que aún conservo.
 
A.M.: Cuando uno es joven y comienza a planificar su futuro, es relativamente sencillo tener claro qué carrera quiere estudiar, en tu caso Derecho, pero ¿cuándo aparece el objetivo de convertirse en juez?
 
E.M.: Pues el objetivo de convertirme en juez aparece bastante tarde. Siempre tuve relativamente claro estudiar Derecho.
 
Durante la carrera tuve presente en todo momento la vía de ser opositor pero no es hasta el momento en que hago las prácticas de la universidad, con la Fiscal Ángela Sarazá, cuando me doy cuenta de que quiero ser juez. La responsabilidad, el contacto directo con el ciudadano, el poder de decisión y la posibilidad de erigirte en motor de cambio de la sociedad son los motivos que determinaron la elección.
 
No obstante, el día después de aprobar la oposición, que es cuando se hace elección entre juez o fiscal (pues la oposición es conjunta), tuve las pequeñas últimas dudas. Opté por ser juez.
 
A.M.: Llegar a convertirse en juez es una tarea ardua e interminable para muchos. Tú solo necesitaste dos años para conseguirlo. ¿Era tu objetivo? ¿Te plantaste delante de los libros pensando “lo consigo a la primera”?

 
E.M.: Comencé la oposición a finales de octubre/principios de noviembre de 2014. Aprobé el primer examen el 13 de marzo de 2016, el segundo el 24 de mayo de ese año y el último el 2 de noviembre de ese año.
 
El temario de la oposición consistía en 322 temas. En un principio comencé estudiando ocho horas. Lo tomaba como una carrera de fondo, a aprobar en cuatro o cinco años. Así me lo decía también mi preparador. Pero, conforme se acercaba el examen, me veía incapaz de no dar el 100% y dejar horas libres sin estudiar.
 
Así fui ampliando horario hasta llegar algún día incluso a doce horas diarias. Y una vez que entras en período y dinámica de examen y apruebas el primero, la motivación llega sola. La clave fue marcarme una rutina donde se respetarán los períodos de descanso físico, descanso mental, estudio y deporte.
 
A.M.: ¿Qué supuso en tu vida personal ese esfuerzo?
 
E.M.: Supuso tanto un reto como una renuncia. Sin embargo, creo que mi personalidad atenuaba el esfuerzo. Nunca me ha disgustado estudiar y siempre he sido una persona tranquila.
 
No obstante, es ilógico negar que, al dedicar unas diez horas al estudio, la vida personal se resiente. Reduces a muy pocas horas el tiempo para dedicar a amigos, pareja, familia e incluso a uno mismo.
 

Al principio me chocaban inclusio los saludos tan rígidos de la Policía o Guardia Civil o el Título de «Señoría»

A.M.: Tiene que haber un punto de inflexión en la vida una persona que dedica tanto tiempo y esfuerzo a conseguir su objetivo. Casi 4000 aspirantes para 65 plazas, ¿Qué recuerdas del instante en el que sabes que has conseguido tu sueño? ¿Cómo fueron esos primeros minutos?
 
E.M.: Cuando opositaba pensé que ese momento sería de explosión. Sin embargo, el momento de aprobar, al menos en mi caso, fue de relajación. Una mezcla de descanso, paz interior e incredulidad.
 
Salí del examen, llamé a mis padres, novia, algún amigo y preparador y luego fui a cenar con otro amigo que vivía en Madrid. Después, llegué a la habitación del hotel, encendí la luz y vi todos los libros y apuntes revueltos. Fue en ese momento cuando empecé a tener conciencia de que no los iba a volver a estudiar y que había aprobado.
 
A.M.: ¿Cómo ha cambiado tu vida en estos años?
 
E.M.: Radicalmente. En el plano personal, he dejado de vivir en Écija con mis padres a llevar una vida independiente con mi pareja. En el plano profesional, he sustituido la soledad del opositor por el trajín del Juzgado. Son etapas opuestas, pero absolutamente complementarias. No se entiende ni se disfruta la segunda sin el esfuerzo de la primera. Y a esa transición entre etapas contribuye el año de Escuela Judicial en Barcelona, donde conoces compañeros y amigos del mismo ámbito profesional y comienzas una resocialización tras la clausura del estudio.
 
A.M.: ¿Es lo que esperabas?
 
E.M.: En líneas generales, sí. Cuando se empieza a ejercer se observa un lado más práctico que no se refleja en los libros.
 
Creo que es la profesión más bonita que existe. Además de la formalidad y el rigor de la justicia, hay otros aspectos positivos básicos de la profesión como el poder corregir injusticias o ayudar a las personas. También es cierto que es una profesión absorbente. Es complicado no pensar sobre los casos o juicios al llegar casa o al ir a dormir. Y también hay algunos casos más delicados o sensibles, como determinados delitos de índole sexual, violentos o contra menores.
 
A.M.: ¿Cómo se lleva ejercer una profesión que infunde tanto respeto cuando no has cumplido los 26 años? ¿Lo notas en tu día a día o el cargo supera con creces la edad?
 
E.M.: No lo noto mucho. Imagino que será por las connotaciones del cargo de juez, más que por lo que pueda imponer mi aspecto físico de 25 años.
 
Al principio me chocaban incluso los saludos tan rígidos de la Policía o Guardia Civil o el título de “Señoría”. Incluso llegaba a pensar que la persona que te trataba como Juez podría sentirse incómoda al tener que guardar la formalidad requerida con una persona tan joven, pero lo cierto es que el trato de funcionarios, abogados, procuradores, fiscales y también, por parte del justiciable, es siempre correcto.
 
A.M.: Por último, la pregunta más difícil. Cuando uno gasta tanta energía en conseguir su sueño y, por su trabajo, tenacidad y dedicación lo consigue tan pronto, ¿cómo se plantea sus próximos objetivos?
 
E.M.: De forma más relajada, eso sí. Siempre hay nuevos retos, pero la perspectiva es distinta desde la estabilidad económica y laboral que te da el haber aprobado la oposición.
 
Como retos personales, me gustaría aprender bien inglés y hacer algún curso de cocina.
 
A.M.: ¿Dónde quieres verte dentro de diez, veinte o treinta años?
 
E.M.: Pues, por mi profesión, tengo la certeza de que será dentro de España. Siempre he pensado que sería bonito ser juez en Écija durante alguna etapa de mi vida. Como lugar donde acabar, me gustarían Sevilla o Málaga. Eso sí, mi novia es de Zaragoza, por lo que habrá que pedirle la venia.
 
Actualmente, Eduardo Gamero tiene su destino asignado en el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Estepona.  
 

La dedicación fue prácticamente plena. Unas diez horas diarias, incluso doce…