Ayudando a 9000 kilómetros
Jerónimo Valseca

Entrevistas
9078 kilómetros separan nuestro país de Paraguay. 9078 kilómetros son los que ha puesto por tierra Jerónimo Valseca para perseguir un sueño que comenzó su tío José (Pepe) Valpuesta hace muchas décadas. Ahora este ecijano de 36 años continúa con una labor humanitaria, profesional y personal en el país guaraní.
Al hablar de apellidos tan ecijanos como Valseca o Valpuesta nos pueden venir a la mente muchas personas más o menos cercanas, amigos, vecinos… familias conocidas, arraigadas y comprometidas con la ciudad. Implicadas en la vida cultural, y sobre todo religiosa de Écija, ambas estirpes han mantenido esta forma de ser, este modo de entender la vida generación tras generación a lo largo de los años. Tanto es así que Jerónimo Valseca lleva marcado su propio destino desde que nació, así lo demuestra la etimología de su nombre: Hieros: “Sagrado” y Onoma: “Nombre”.
Amigo de sus amigos, centro de atención en cualquier reunión por su simpatía y alegría y generoso hasta el límite. Jerónimo, Jero para los más allegados, tuvo claro que quería conocer y experimentar en su propia piel lo que muchos de su familia habían vivido en sus aventuras en América Latina, entre ellos misioneros, religiosos y colaboradores. Con apenas treinta años cumplidos, un título de formación profesional en agricultura y la próspera y dura avanzadilla marcada por su tío, Jerónimo decidió cruzar el charco hace ya cuatro años. Primero para aportar su granito de arena al legado de Pepe Valpuesta y, tras su muerte, poner en marcha una ONG nacida en Écija y amparada por su familia. Está más que demostrado que con sus ganas y pasión por lo que hace, 9078 kilómetros no son nada.
AHORA Magazine: Jerónimo, en la era dorada del consumismo, en el que muchos persiguen reconocimiento, fortuna y éxito, tú, con poco más de treinta años, te marchas de tu ciudad, de tu país, y no precisamente a buscar triunfos…
 
Jerónimo Valseca: Todo el que me conoce sabe que nunca he buscado vanagloriarme con nada de lo que hago. La razón por la que me fui de Écija buscando otra experiencia de vida fue vocacional. Y aunque fue una decisión voluntaria, es duro dejarlo todo por algo que no sabes si saldrá bien o será solo una loca aventura que te llevará al fracaso. Eso sí, si estas convencido de lo que vas hacer, hay que lanzarse sin miedo y con todo. La felicidad llegará en la medida en que te des a los demás. Cuanto más des, más feliz; sin olvidar lo que decía Jesús: “Hazlo en secreto y tu Padre que ve en lo secreto te lo premiará”.
 
A.M.: ¿Recuerdas el día que tomaste la decisión de marcharte?
 
J.V.: En realidad, no fue un día concreto, sino que fue una decisión meditada. Este tipo de experiencias no se deben tomar a la ligera y se debe pensar bien qué quieres hacer, dónde quieres ir, en qué quieres trabajar… Realicé un curso de formación de nueve meses que ofrecía una ONG de los jesuitas en Sevilla antes de embarcarme hacia Paraguay. Allí estaba mi tío Pepe, sacerdote jesuita, con mucho trabajo a sus espaldas. Y yo con poca experiencia y mucho que aprender. Es verdad que recuerdo que al principio todos me tomaban por loco hasta que se dieron cuenta que iba en serio.
 
A.M.: Tu familia siempre ha sido muy religiosa, muy cercana a cofradías, a la Hermandad del Rocío… Para ti ha sido lo normal durante toda tu infancia y juventud, ¿Supongo que eso debió, y debe, influenciar para estar donde ahora estás?
 
J.V.: El principal motivo por el estoy ahora en Paraguay es mi convicción religiosa católica. Hay una frase que me dijo mi padre y yo siempre se la repito a la gente que está indecisa por algo: “Déjate guiar por las manos del Señor y acabarás en buen puerto”. Nunca se me olvidará. La verdad es que en principio llegué con clara vocación religiosa. Pero con el paso del tiempo Dios quiso que mi vocación religiosa se tornase en una vocación matrimonial. Y así le respondí a Dios.
 
A.M.: Paraguay es uno de esos países del que se sabe muy poco, ¿Qué nos contaría de él?
 
J.V.: Una de las cosas que me llama muchísimo la atención de este maravilloso país es la naturaleza tan exuberante que existe y las gentes tan amorosas que encuentras en el camino. Tiene la peculiaridad que es el único país en Latinoamérica en el que la lengua oficial de estado, además del español, es una lengua indígena, el guaraní. Un alto porcentaje de paraguayos son guaraníes parlantes, sobre todo la gente que vive en el campo, que son muchos.
 
A.M.: Tu formación académica ha terminado siendo la útil herramienta que ofreces en este proyecto, ¿qué haces exactamente en Paraguay?
 
J.V.: Cuando llegué para trabajar como voluntario, mi formación agrícola me ayudó mucho, ya que tenía mucho contacto con los agricultores y compartía con ellos mi experiencia. Claro que de ellos también se aprende bastante, sobre todo labores antiguas que ya no se practican tanto en España. Aunque mi trabajo está en la parroquia de San Ignacio, la organización Pa´i Pepe Valpuesta Marangatu tiene dos proyectos fundamentales. Llevamos dos años ofreciendo becas a universitarios con escasos recursos que estudian en la Universidad Católica, y colaborando con un centro de educación extraescolar fundado por la congregación religiosa de la Compañía de María en uno de los barrios más carenciados de San Ignacio (Centro Lestonac). Vamos, que no tengo tiempo para el aburrimiento.
 
A.M.: ¿Cómo es tu día a día?
 
J.V.: Mi día comienza a las 5:30 de la mañana ya que vivo en una de las 32 comunidades rurales que tiene San Ignacio, a 5 km del centro del pueblo. Tanto mi esposa como yo sólo trabajamos por la mañana por lo que la tarde la dedicamos a labores pastorales y actividades relacionadas con la ONG. Los jueves o viernes intento hacer algo con los niños y niñas del Centro Lestonac. Además, siempre me piden actividades formativas en las diferentes capillas e incluso algunas escuelas.
 

«El principal motivo por el que estoy ahora en Paraguay es mi convicción religiosa católica»

A.M.: Estoy seguro que tus vivencias en el país, conocer su realidad y sus necesidades, fueron uno de los puntos clave para la decisión de crear una ONG.
 
J.V.: Por supuesto, en Paraguay existe un gran porcentaje de niños que no acaba la educación primaria, sin contar los jóvenes que no terminan el instituto y los menos que llegan a tener un título universitario. La mayoría de ellos se ven obligados a trabajar para poder solventar los gastos de las universidades y ayudar al sustento de sus hogares.
 
A.M.: ¿Cuál es el objetivo de vuestra ONG?
 
J.V.: El objetivo de los dos proyectos en los estamos inmersos es, sobre todo, mejorar la calidad de vida y la educación tanto de niños como de jóvenes universitarios. Ese es nuestro mayor reto.
 
A.M.: ¿Es tan difícil gestionar y ver los frutos de este proyecto, como uno puede percibir desde fuera?
 
J.V.: Los frutos se ven en cuanto le cambias la vida al prójimo. Tenemos la suerte de contar con gente muy solidaria que aporta ayuda económica para sustentar nuestros proyectos aunque, claro está, que tenemos sueños grandes que ahora mismo no podemos llevar a cabo. Creo que lo más difícil es buscar financiación para cumplir tus expectativas, pero la situación que tenemos actualmente es idónea para la dimensión que tiene nuestra organización.
 
A.M.: Este tipo de experiencias deben de cambiar mucho a una persona, ¿qué te han aportado todos estos años de colaboración y trabajo en Paraguay?
 
J.V.: Si tienes la mente abierta y estás dispuesto a darlo todo por el que más necesita tu ayuda, es enriquecedor cambiar tu zona de confort para darte a los demás. La vida me ha cambiado por completo, aunque sigo siendo el mismo de siempre con otra visión del mundo. Todo el que trabaja con personas excluidas y necesitadas comienza a valorar mucho más lo que le rodea y la suerte que tiene por haber nacido en el lugar de donde proviene.
 
A.M.: No puedes negar que eres un enamorado de tu tierra, de sus tradiciones, de los miles de amigos que aquí tienes y de tu propia familia. Ahora que acabas de comenzar tu propio proyecto familiar, ¿veremos a Jero sólo en contadas ocasiones por Écija?
 
J.V.: Desde que estoy en Paraguay siempre he ido por Écija al menos una vez al año porque, aunque mi casa y mi felicidad están fuera de mi tierra natal, siempre es bueno coger fuerzas de tus raíces y visitar a la familia y amigos que tengo en mi pueblo. Tanto en Paraguay como en Écija, queda Jero para rato (risas).  
 

«Si estas convencido de lo que vas hacer, hay que lanzarse sin miedo y con todo»