JUAN PAGÉS
y La Escuela Ecijana de Guitarrería

Reportajes
En el arte -que no se adaptó a las necesidades de la gente, sino que adecuó el gusto y las estrecheces culturales del pueblo a un producto mercantil-, la guitarra viene evocando desde antiguo el espíritu español por excelencia. Pero olvídense de la idea de españolismo que gastamos hoy. La guitarra ha sido portadora de aquella esencia nuestra expresada a través de un riquísimo repertorio que abarca desde los géneros populares de improvisación hasta composiciones clásicas. Es, por tanto, el instrumento “doméstico” que con más fluidez se adaptó a todos los
estratos sociales, mutando casi siempre su arquitectura para amplificar su sonido de manera natural y alargar su vida útil. Por eso, entrado el siglo XVIII, la progresiva demanda de guitarras generó que el “gremio de violeros” creciera de manera considerable en todo el país; y muy especialmente en zonas donde predominaban la riqueza y la buena vida. Curiosamente Écija fue tierra fecunda para este noble gremio como queda reflejado en los padrones de vecindario y otro tipo de documentación histórica a partir de 1700.
Fíjense. En 1727, cuando el instrumento conservaba aún su morfología primigenia con sus trastes y sus once cuerdas de tripa, ya estaba registrado como “maestro vigolero” Bartolomé León y Ostos en calle Carreras. Igualmente Pedro del Castillo Arenas -oriundo de El Puerto de Santa María pero casado en 1718 con la ecijana Micaela de la O -, aparece con sus gubias en calle Calzada. Algo más adelante en el tiempo Juan del Castillo de la O -uno de sus nueve hijos-, abrió local de guitarras en calle Zamoranos. Otros nombres de relevancia -hacia mediados de esa centuria- son los de Francisco de Castro “Maestro Siruela”, que en 1752 tenía su taller en calle Alcázar; Francisco Pérez, también instalado en calle Zamoranos; Antonio de la Soledad, también en calle Calzada. O Andrés de Borj, en activo desde 1767.
 
De algunos de estos maestros de la “carpintería de lo fino” pudo aprender el oficio el ecijano más ilustre de la historia de la música universal (con permiso de Fray Juan Bermudo y Luis Venegas de Henestrosa): Juan Pagés García, el lutier que desde el último tercio del XVIII perpetuaría un nuevo modelo de guitarra, a partir de una serie de arreglos fundamentales que acabarían imponiéndose mundialmente.
 
La labor exacta de Pagés y su descendencia consistió en estudiar y hacer evolucionar los refuerzos físico-armónicos que, bajo la tapa delantera habían insertado tímidamente artesanos italianos del XVII. Ciertamente las guitarras de este periodo duraban muy poco debido, por un lado, a la tensión y peso que el cordaje mandaba a todo el instrumento y que era causa importante de que acabaran arqueados e inservibles; y por otro, habría que tener en cuenta el efecto que la humedad propia de las maderas ejercía en su densidad; así como que en determinadas zonas -Écija, por ejemplo- la humedad propia del aire provocaba en la tapa armónica mayor debilidad de la supuesta. La solución no era sencilla.
 
Si bien había sido muy estudiada la presencia de nuestro personaje y su prole en el Cádiz de finales del XVIII y principios del XIX, poco o nada se sabía de su nacimiento e infancia, así como cuándo y de qué forma se decantó profesionalmente por la lutería Juan Pagés García. Pero ¿fue ciertamente quien desarrolló el refuerzo armónico o pudo aprender la solución de algún lutier ecijano anterior para después exportar la idea a Cádiz? ¿Hasta qué punto pudo ser Écija pieza clave en el desarrollo del instrumento si tenemos en cuenta, además, los precedentes de los ya citados Bermudo y Venegas de Henestrosa?
 
Realmente debemos a José Luis Romanillos y su esposa Marian Harris la pista de la fecha de nacimiento de Pagés en Écija, que fue publicada en 2002 en The Vihuela de Mano and the Spanish Guitar; un verdadero arsenal de datos sobre los vigoleros más importantes de la historia mundial de la guitarra. A partir de ese dato, en 2004 me puse manos a la obra para recopilar el resto de piezas del puzle. Así que buscando en nuestros archivos encontré que el padre de Juan Pagés García se llamó también Juan Pagés, fue maestro pastelero, se casó en tres ocasiones y enviudó en todas ellas. Primero con Ana de Herrera en 1731, que le duró un año. Tras casi una década reponiéndose de la pena, decidió contraer de nuevo matrimonio con Beatriz García en 1740.
 
De esta unión nació nuestro protagonista Juan Pagés García (el 20 de noviembre de 1741) y en 1744 su hermana Micaela, ambos en la calle Odrería (hoy Jesús Sin Soga). La familia tenía ya su domicilio en propiedad, además de un terreno de olivares y molino a renta, cuando el 8 de febrero de 1752 falleció la madre. Para entonces, Juan Pagés García tenía 10 años y era alumno de las Escuelas de la Compañía de Jesús. Su padre volverá a casarse por tercera vez con María Villalba, en 1755, con quien tendrá, en 1759, una tercera hija llamada Rosalía. Un año después, recién cumplidos los 18, Juan Pagés García decide instalarse en Osuna para abrir su tienda de guitarras.
 
Por más que hemos buscado, no tenemos noticias ciertas de que nuestro protagonista aprendiese guitarrería en Écija, ni tampoco sabemos de un instrumento suyo del periodo anterior a 1760 y hecho en Écija. Pero es obvio que si abrió su taller nada más instalarse en Osuna, debió aprender el oficio un tiempo antes en nuestra ciudad. Seguramente marchó a Osuna por amor, porque allí se casó con la joven ursaonense Gregoria López en 1761, y allí nacieron tres de sus cuatro hijos: José en 1762, Antonio en 1764 y, algo más tarde, Francisco, en 1773. Todos ellos seguirían con la profesión, como veremos más adelante.
 
Volviendo a los motivos del traslado de los Pagés de Osuna a Cádiz, encontré inscrito como violero en el Catastro del Marqués de Ensenada -que en Cádiz se hizo en 1760- al portuense Pedro del Castillo Arenas. Recordemos que, casado con una ecijana, este lutier había abierto un taller en calle Calzada hacia 1720. Y bien pudo ser quien hablara a Pagés de las bondades gaditanas y lo convenciera para instalarse en la “Tacita”, lo que nos abre la posibilidad de que Pedro hubiese sido su maestro en Écija o alguien muy cercano del mismo gremio. Definitivamente, la andadura gaditana de Juan Pagés comienza en 1774, instalado en el número 45 de la calle Arco de Garaicoechea, y la primera guitarra suya que se conserva data de 1777 cuando el guitarrero cuenta ya 36 años.
 
El siguiente en importancia de la familia es José Pagés López (Joseph Pagés en las etiquetas), que durante años fue confundido por los tratadistas como hermano de su padre. La primera guitarra suya que se conoce es de 1785 y fue dignísimo sucesor de su padre. Después, Antonio Pagés López trabajó con su padre hasta al menos 1794 y más tarde abrió su propio taller en la calle Verdadero de San Fernando, donde falleció hacia 1825. Su hermano Francisco Pagés López se casó en 1793 con Francisca Benedid, hija del también importantísimo fabricante de guitarras gaditano Mateo Benedid, y hacia 1801 emigró a Cuba donde siguió haciendo instrumentos con bastante éxito. Finalmente Joaquín, nacido en Cádiz en 1779, fue quien menos importancia tuvo como lutier. El caso es que Juan Pagés García murió en la gaditana calle Sacramento el 4 de agosto de 1821, habiéndose casado dos veces y dejando una manera de construir guitarras que quedaría para la historia. Mucho más adelante, hacia 1850, aparecería el almeriense Antonio de Torres (1817-1892). A él debemos la fisonomía actual de la de guitarra de seis cuerdas que ha llegado a nuestros días.
 
 
Por Chemi López.
Musicólogo y productor.