Lucía
CRESPO

Entrevistas
Nacida para comunicar
En Ahora Magazine nos gusta investigar, buscar protagonistas con vidas diferentes, atractivas y desconocidas para muchos. Lucía Crespo no es precisamente desconocida. Su voz, su imagen y su trabajo están en el escaparate menos oculto que existe: los medios de comunicación.
 
Esta cordobesa de nacimiento, pero ecijana de toda la vida, tiene solo 25 años. Pasó sus mañanas, de niña, en La Merced y fue con su recién estrenada mayoría de edad, cuando traslada su vida a Madrid. Tal vez porque tenía claro que quería ser comunicadora, que el periodismo iba a ser su vida. Tras pasar por importantes emisoras de radio y cadenas de televisión, parece que el tiempo le ha dado la razón.
 
Ahora Magazine: La Sexta, Movistar+, TreceTv, informativos en Cope y colaboraciones en EsRadio… ¿Te multiplicas? ¿no duermes? ¿Cómo se hace para tener este recorrido tan espectacular en tan poco tiempo?
 
Lucía Crespo:(Risas) A veces me sorprendo hasta yo. Es algo inexplicable. Siempre he compaginado trabajo y estudios y ahora que echo la vista atrás, me sorprendo. Pero te encarrilas en la dinámica del no parar y todo va saliendo.
 
El secreto está en ser constante y tener los pies en la tierra. Que nunca nada te parezca un gran logro como para poder decir: ya está todo conseguido. Al fin y al cabo, el periodismo es una carrera de fondo, donde todos los días se aprende y donde nunca sabes lo que te va a deparar la vida. Un día puedes estar en lo más alto y al siguiente, nadie se acuerda de ti. Es importante ser consciente de eso.
 
A.M.: Cuando echamos un vistazo a lo conseguido por una persona, tendemos a equivocarnos al pensar que todo ha sido rápido y fácil, pero tu profesión es dura, irregular, insegura y de largo recorrido, ¿cómo han sido para ti todos estos años en el mundo de la comunicación?
 
L.C.: Han sido años de no parar. Siempre pienso “que la suerte te pille trabajando”. Y sí, a veces se cae en ese error de pensar eso cuando analizas el recorrido de ciertas personas, pero pocas dan el zapatazo y llegan de la nada. Detrás hay mucho sacrificio. En mi caso empecé la universidad en septiembre, y en noviembre estaba en la calle, con micro en mano, cogiendo declaraciones sobre la muerte de Franco (tocó ese tema). Colaboraba en el soporte digital de la universidad, donde hacíamos programas para radio y tele y escribíamos noticias para el periódico. A simple vista no parece nada importante, pero todo suma. Estuve allí hasta tercero y eso me permitió descubrir mi pasión: la televisión. De ahí que, sin miedo alguno, fruto del desconocimiento, me presentase con mi padre el verano de primero de carrera en Telécija. Tocaban vacaciones, pero yo quería trabajar. Aprendí muchísimo.
 
Luego empecé en radio; me dijeron que era la madre de la televisión y que, si quería trabajar allí, la conociese primero. Las ondas me encantan. Estuve en Esradio con Jiménez Losantos y luego en Cope; de ahí pasé a tres años en Movistar+; luego llegaron TreceTV y La Sexta. No han sido años fáciles, pero supongo que como todo. La peculiaridad del periodismo es eso que dices, que es muy inseguro. Nunca sabes qué horario vas a tener, cuánto se puede alargar tu jornada o, incluso, hasta cuándo vas a estar contratada.
 
A.M.: En cualquier profesión siempre hay un comienzo clave, un clic que te despierta la vocación, ¿cuándo y cómo fue el tuyo?
 
L.C.: No tuve un clic como tal, sino que más bien lo vas viendo, te va picando la curiosidad. Es más una actitud, una forma de ser. En mi caso, nunca he tenido miedo a hablar en público. Participaba en todas las actividades del colegio, recitaba poesías el día de Andalucía, leía en las misas, bailaba, cantaba… Me encantaba escribir, aún conservo mis diarios.
 
Y algo que tampoco he confesado mucho: de pequeña y no tan pequeña, me ponía delante del espejo a jugar a las presentadoras. Presentaba a mi hermano para el show y, si él se cansaba de jugar, adquiría yo otro rol. Ya en mi último año en el colegio, presenté la fiesta de fin de curso junto con otros dos compañeros. Aquello, por pequeño que fuese, ya era algo más real que estar delante del espejo.
 
A.M.: ¿Qué recuerdos guardas de Écija?
 
L.C.: Todos. Me he criado allí. Desde recuerdos del colegio con todos mis compañeros de clase, que a día de hoy siguen siendo amigos, hasta el instituto. Y cada vez que voy sumo algo más. Volver a Écija significa niñez, adolescencia, familia y amigos. Buen ambiente y calma. Si estoy en Écija, significa que tengo vacaciones y estoy relajada.
 

El secreto está en ser constante y en tener los pies en la tierra.

A.M.: Pasaste tu juventud en el IES San Fulgencio, ¿se fraguó en sus aulas tu pasión por la comunicación?
 
L.C.: Mi pasión por la comunicación viene de mucho más atrás. No era de las típicas niñas que decían “de mayor quiero ser periodista y comunicadora audiovisual”, pero siempre me ha llamado. Por la edad, fue en ese periodo en el que me decanté definitivamente por lo que quería. Tuve un dilema: no sabía si de mi pasión quería hacer mi profesión. Al final decidí bien.
 
A.M.: Un comunicador de vocación, con sus objetivos muy claros, termina mudándose a la capital, ese fue tu caso…
 
L.C.: Estudié aquí Periodismo y Comunicación Audiovisual. En un principio quería irme a Sevilla, pero allí no ofertaban el doble grado. Me costó dar el paso, pero a día de hoy puedo decir que es una de las mejores decisiones de mi vida. A veces es duro estar fuera de casa desde tan joven, pero es aquí donde está toda la oferta de lo mío. Madrid es mucho Madrid.
 
A.M.: ¿Cómo fueron esos primeros meses en Madrid?
 
L.C.: Geniales. Estuve en un colegio mayor y conocí al que a día de hoy sigue siendo mi grupo de amigas de Madrid, aunque cada una es de una punta de España. Los recuerdo como meses locos: novatadas, conocer a mucha gente, pasarlo muy bien… y por otro lado la universidad. Aquello era nuevo para mí. No se me olvidará el día que mis padres me dejaron en la residencia y mi primer día en la facultad.
 
A.M.: Has tocado prácticamente todos los palos del periodismo, pero trabajar en Movistar+ y posteriormente en La Sexta es hablar de palabras mayores…
 
L.C.: Son palabras mayores, pero según como te lo tomes. En lo personal es muy satisfactorio sentir que lo has conseguido porque te lo has trabajado, pero eso no puede servir para pensar, ni mucho menos, que ya está todo hecho. He trabajado en Movistar como presentadora y en La Sexta, sí.
 
Pero sabiendo lo que había y cómo está el sector. He hecho directos y reportajes para ‘Más vale tarde’, pero desde fuera se ve todo muy distinto. Hasta yo misma me sorprendí porque, en el momento de entrar a Atresmedia para hacer la entrevista, me preguntaba “¿cómo estoy aquí? ¡Es la cadena que llevo viendo toda la vida en la tele!”, pero llega un día y estás allí.
 

¿cómo estoy aquí? ¡Es la cadena que llevo viendo toda la vida en la tele! pero llega un día y estás allí.

A.M.: El proyecto Non Stop People fue una cadena por la que la plataforma Movistar+ apostó durante tres años. Supongo que, estar al frente de Good Morning People, prácticamente en el inicio de la cadena que se ha convertido en la mayor apuesta televisiva de los últimos años, tuvo que ser un gran reto para ti.
 
L.C.: Estaba en Cope cuando hice los dos castings para Non Stop People. Tuve que dejar la radio porque me dijeron que había sido seleccionada y me picaba la curiosidad de querer hacer televisión. Hasta el momento, una de las etapas más felices de mi vida. Y claro que sí, siempre es un reto y más cuando haces algo por primera vez…
 
Me pusieron al frente del programa, junto con otro compañero, sin haber acabado la carrera. Trabajar allí fue muy profesional, un máster pagado. La tele son horas de rodaje y qué mejor lugar que esa cadena conformada por jóvenes. Conocí a grandes amigos. A veces pienso si el haber empezado tan joven es un arma de doble filo, pero las cosas vienen como vienen. De momento, no puedo quejarme.
 
A.M.: ¿En qué te encuentras profesionalmente sumergida actualmente?
 
L.C.: Ahora mismo estoy trabajando en la cadena Trece tv (grupo Cope). Empecé como colaboradora en ‘El Cascabel’, con Antonio Jiménez, sustituyendo a una compañera y ahora estoy en el programa ‘Trece al día’. Es un magacín de dos horas, que arranca con un informativo. He vuelto a la información pura y dura, actualidad y política, pero a veces también toco temas sociales. Ya saben, de lunes a viernes, todos conectados a partir de las ocho y media (risas).
 
A.M.: Es imposible desligar el actual periodismo de un arma tan poderosa como es internet y son las redes sociales. Te seguimos y sabemos que te encantan…
 
L.C.: Es cierto que Internet y las redes sociales cada vez van más de la mano con el periodismo. Al fin y al cabo, te permite publicar a golpe de clic, pero a veces también juega la baza de desvirtuar. Vivimos en la era de las fake news. Todo el mundo puede hacerlo, pero no todo vale. En mi caso no utilizo las redes para informar, sino como un hobby.
 
A.M.: ¿Instagram, Facebook, Twitter o Pinterest?
 
L.C.: Me quedo con Instagram. Me gusta tenerlo cuidado, en el sentido de intentar subir fotos que tengan cierta calidad. Al fin y al cabo las redes sociales hoy en día se han convertido en un escaparate. Quizás debería tenerlo algo más profesional, pero, como digo, lo tengo como un hobby.
 
A.M.: De las propias redes sociales sacamos nuestra próxima pregunta: ¿De dónde viene tu pasión por el baile?
 
L.C.: Habéis ojeado bien (Risas). Pues me viene desde pequeña y se lo debo a mis padres. Con tres años me apuntaron a ballet y a flamenco. Hasta los once compaginé ambas cosas pero, a partir de ahí, seguí solo con el flamenco. Yo notaba que era lo que me despertaba y me hacía sentir. Lo dejé cuando me vine a Madrid con dieciocho. Hace un par de años, me hice unos tacones nuevos que tienen una puesta: los estrené en una entrevista con Pitingo para ‘pegarme una pataita’, pero me niego a que sigan cogiendo polvo (risas). Cada vez que puedo saco a relucir esa cosita que llevo ahí: Niña Pastori, Juan Habichuela Nieto,
Los Farrucos, Sara Baras, Curro de Candela… todos se han prestado. Me encantaría retomarlo, pero si no lo he hecho es porque los horarios no son compatibles.
 

Nunca he tenido miedo a hablar en público. Participaba en todas las actividades del colegio.

A.M.: ¿Y el tiempo para todo de dónde sale?
 
L.C.: Eso quisiera saber yo (risas). Es complicado, sobre todo porque en esta profesión los horarios son muy cambiantes. Puedes estar un mes saliendo de madrugada y durmiéndote a las tres; estar a las diez de la noche en casa; sonarte una alarma a las 5:30 am, o estar lista a las 4:00 am para ir a trabajar. Es acostumbrarte a las nuevas rutinas. Tienes que ser muy organizada. Intento llegar a todo, pero poco a poco…
 
A.M.: ¿Queda tiempo para bajar y disfrutar de la familia y amigos?
 
L.C.: ¡Sí! Siempre hay tiempo para quien se quiere. No todo el que me gustaría, pero no me quejo. Venir de Madrid no es como venir de la China, es una ventaja no estar tan lejos. Intento no faltar en las fechas puntuales, pero todo depende de las vacaciones que tenga o si puedo librar. Este año he podido disfrutar de la feria como hacía años. También de un ratito de Rocío, que como dice la sevillana, parece que para el tiempo.
 
A.M.: Por último, con una vocación tan fuerte como la tuya, seguro que tienes bien marcados tus próximos objetivos y proyectos.
 
L.C.: A veces me gustaría tenerlo todo más claro, pero no es fácil. Intento ir más allá porque mi cabeza no para, pero al mismo tiempo intento ir al día a día, dejar que todo fluya y que las decisiones que tenga que ir tomando se hagan efectivas en el momento que las tenga que tomar. Porque siempre arriesgas, siempre ganas y siempre pierdes algo. Pero todo sea eso. Ahora mismo no tengo miedo a equivocarme. A veces cuesta, pero dicen que si piensas en positivo, atraes cosas positivas, ¿no? Constancia, esfuerzo y ser yo misma son las miras a un futuro que, como bien indica la palabra, no sé qué nos deparará, pero que no sea que ‘no lo intentamos’.   
 

Volver a Écija significa niñez, adolescencia, familia y amigos. Buen ambiente y calma.