El manto perdido de
la Virgen de Santiago

Reportajes
¿De qué color son los calcetines que llevan los monaguillos de tal o cual hermandad? Les puede sorprender esta pregunta, pero son decenas los que podrían responder acertadamente. Hay personas que profesan un interés especial por los asuntos cofrades, que se especializan de manera altruista e independiente en asuntos que a la mayoría se nos pueden pasar por alto. Es el caso de un joven cofrade que, a través de las redes sociales, descubrió un manto perteneciente a la Virgen de los Dolores de la Hermandad de Santiago del que se desconocía su paradero hace años.
Pónganse en situación: fotografía en medios de comunicación de un Besapiés en un convento sevillano, bajo el Cristo, acunando su sufrimiento, un manto de terciopelo negro de ésos que ya no se hacen, de ésos que eran únicos porque sus bordados se realizaban sobre la propia tela, consiguiendo el efecto de que ningún elemento ni ornamento fuese idéntico a otro.
 
Alguien anónimo que ve esa fotografía, alguien anónimo que en su vasto conocimiento de las cofradías y enseres de las Hermandades de Écija, descubre, ve por casualidad, que ese manto que protege y acoge al Señor es tremendamente parecido, si no igual, a un manto perdido hace más de sesenta años por la Hermandad de Santiago. Una pieza perteneciente a la Titular de la Hermandad, de la que se había perdido la pista hace medio siglo. Ese alguien anónimo, a su vez, comparte su descubrimiento en
redes sociales.
 
Ésta no es una historia de misterios, es más bien una historia de casualidades.
Un hermano de Santiago que lee este mensaje en redes sociales y lo pone en conocimiento de la directiva. Un conjunto de personas que recuerdan a los más ancianos contar que la Señora de los Dolores de Santiago vestía dos mantos. Que uno se perdió hace tiempo, que nadie sabe dónde estaba ni qué pasó con él…
 
Y comienzan a tirar de la cuerda: papeles de la hermandad, archivos de la Parroquia, documentos gráficos de primeros del siglo XX… y todas las pistas llevan al mismo sitio, ése que aparece en la foto es el manto perdido de la Hermandad de Santiago. Una hermandad que a pesar de tener cientos de años, ha estado a punto de desvanecerse en varios momentos de su historia. Precisamente cuando el manto desapareció fue uno de esos momentos de crisis en los que apenas había hermanos y en los que a veces ni siquiera salían en procesión. Guardaban culto a sus titulares en el propio templo, pero apenas había una hermandad tal y como hoy la conocemos.
 
La actual directiva recibe el pasado mes de noviembre esta asombrosa noticia. Y se ponen manos a la obra. Un ir y venir de papeles olvidados, certificados, legajos centenarios, archivos polvorientos, antiguos inventarios, fotografías en blanco y negro amarilleadas por el paso del tiempo. Y con este legado de pruebas y el convencimiento visual de que están en lo cierto se van en busca de un experto y reconocido bordador ecijano, Jesús Rosado Borja.
 
El artista astigitano, con una larga carrera a sus espaldas, se encarga de estudiar minuciosamente todo el material aportado por la hermandad. Conclusión de varios meses de duro trabajo de documentación: efectivamente, es el manto perdido de la Virgen de los Dolores.
 
Ya tenían la certeza, pero otra cosa es enfrentarse a quienes en esos momentos ostentaban la “propiedad” del preciado objeto. Imaginen a la directiva de la Hermandad en el Convento de las Filipenses de Sevilla, todos con los nervios a flor de piel. Imaginen a esas hermanas con libreta en mano pensando que les van a hacer un encargo, pues son expertas bordadoras y costureras. Pónganse en situación de unos y otros cuando les informan de que han venido a solicitar la devolución, por parte de las hermanas, de un manto que todos los indicios muestran que es de la Parroquia de Santiago de Écija. Automáticamente, las Hermanas Filipenses se ponen a trabajar, a buscar también en sus archivos e inventarios pruebas que determinen que efectivamente el manto es un objeto depositado para su guarda y custodia, pero que no es de su propiedad.
 
Pasan los meses y la madeja de enredos se va soltando finamente, poco a poco cada papel, cada fotografía, cada inventario polvoriento se va poniendo en su sitio… Día de la Encarnación, 25 de marzo de 2019, La hermandad es
informada oficialmente de que el manto les pertenece, que es propiedad de la Parroquia de Santiago. Todo es júbilo, todo es alegría. Atrás quedan meses de búsqueda de información, de declaraciones juradas de hermanos ancianos que recordaban a la Virgen en salidas procesionales vestida con él, de dosieres en los que se explicaban al detalle las circunstancias que habían acontecido para que esta pieza estuviese en el Convento de las Filipenses de Sevilla y no en su lugar de origen.
 
Las Hermanas Filipenses, a lo largo de más de medio siglo, han sido las mejores custodias para esta pieza, sabían que tenían una joya en sus manos, pero desconocían su origen. La han cuidado y valorado durante todo este tiempo, consiguiendo que el estado original del manto apenas se haya deteriorado.
 
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El Hermano Mayor de la Hermandad de Santiago, Manuel Fernández, declara orgulloso que “nuestra intención era que el manto volviera a su propietaria original, Nuestra Señora de los Dolores.
 
Esta pieza que ahora vuelve a casa es patrimonio de la Parroquia y de Écija entera y toda Écija lo podrá ver y disfrutar en este Martes Santo, pues será el manto con el que procesione nuestra titular”.
 
La casualidad y el intenso conocimiento de un cofrade anónimo en un principio, y un duro trabajo de investigación y documentación para probarlo después, han conseguido que el manto perdido de la Virgen de Santiago vuelva a su lugar, y que su propietaria indiscutible vuelva a vestirlo en esta Semana de Pasión.
 
UNA FORMA DE TEJIDO DESAPARECIDA
 
Jesús Rosado Borja, artesano bordador de reconocido prestigio internacional y ecijano para más señas, ha sido el encargado de realizar gran parte del trabajo técnico de documentación previo a la devolución del manto de la Dolorosa de Santiago.
 
Tras un riguroso estudio, no concluido aún, el bordador ecijano ha llegado a la conclusión de que el manto perdido es una pieza datada en el último cuarto del siglo XVIII. Bordada en oro de Lyon de 48 cm. es un terciopelo “que ya no se hace, puesto que es un tejido realizado en telar manual, que ya no se encuentran en la actualidad”. En cuanto a su diseño, el experto destaca que es de tipología conventual, bordado directamente sobre la tela, lo que se viene a llamar “punto llano" u "oro tendido”, un tipo de bordados muy de la época. Asimismo, Rosado Borja señala otro aspecto muy habitual a finales del XVIII, la profusa utilización de espejuelos y fornituras.
 
En cuanto a los aspectos más técnicos del bordado, hay que destacar la utilización de muchas puntadas en setillos, el uso de cartulinas catalanas, que son cartulinas muy bajitas y que se utilizaban bastante en los obradores conventuales, así como el encaje de conchas u hojillas, realizado manualmente en técnica de bolillos.
 
Señala Rosado Borja que la mayor particularidad del manto, su aspecto más curioso, es que el bordado está realizado directamente sobre el tejido, un tejido, a su vez, enormemente original por valioso, puesto que ya no se realizan los terciopelos con telares manuales.
 
El estado de conservación de los bordados, a pesar de contar con unos doscientos cuarenta años de historia, es bastante aceptable, si bien en el tejido presenta algunas deficiencias, “aunque son salvables” indica el bordador. “Se intervendrá levemente sobre él y se podrá utilizar este año en la salida procesional”, ha concluido.
 
ITINERARIO DE UN OLVIDO
 
Allá por la década de los años cincuenta del pasado siglo la Iglesia de Santiago sufrió un derrumbe en parte de sus instalaciones, precisamente aquéllas donde se guardaban algunos de los enseres de la Hermandad de los Estudiantes. Los responsables de la cofradía en aquel momento decidieron que estas piezas, para que no sufrieran daños, fueran custodiadas por las camareras de la Virgen.
 
Es así como uno de los mantos de la Virgen de los Dolores, que tenía dos, va a parar a la casa de Angelita Conde, para que lo guarde mientras se recuperan las estancias de la parroquia que están deterioradas. Angelita, un tiempo después, se traslada a vivir a Córdoba, y pide a las Monjas Filipenses de Écija que se hagan cargo del manto para su cuidado y custodia. Y de esa forma tan bienintencionada el objeto perteneciente a la Parroquia de Santiago pasa a ser guardado entre los muros del Convento de las Filipenses de Écija, sito a pocos metros de la casa de Angelita.
 
Pasaron los años. Angelita Conde no volvió a Écija y se desvinculó de la Hermandad. Por su parte la propia cofradía estuvo a punto de desaparecer por falta de hermanos. Las monjas filipenses, que recogieron el manto y aceptaron su cuidado, fueron trasladadas o fallecieron. Y el preciado objeto permaneció entre los enseres del convento durante más de cincuenta años. No se expuso públicamente, nadie lo vio. Y su recuerdo se fue evaporando con el paso del tiempo.
 
Hace cinco años aproximadamente, las pocas hermanas que quedaban en la Congregación Filipense de Écija fueron trasladadas a Sevilla y se cerraron las puertas del convento. Todo el material que atesoraban fue a parar al Convento de las Filipenses de la capital andaluza. Las hermanas de la comunidad de Sevilla, conocedoras de la peculiar pieza que atesoraban expusieron el manto durante un besapiés para devotos. Alguien lo vio. Saltaron las alertas. Acababa de aparecer el manto perdido. Lo demás, ya es historia
con un final feliz.
 
Las que fueron guardianas del manto sin saber que no les pertenecía, se despojaron de él con la mayor humildad, anunciaron que el manto sería devuelto a sus propietarios originales y aprovecharon para hacerlo un día clave en la historia de la Hermandad de Santiago, el Día de la Encarnación, puesto que la Hermandad en sus orígenes, hace más de 400 años, se hacía llamar la Hermandad de la Encarnación y Hermandad de Ánimas.